El Cascarrabias


Otra vez aquí... ¡Maldito coche! Aquí tirado en medio de ninguna parte. Los rayos de sol abofetean mi frente ¡Qué calor! ¡Qué pena que el aire acondicionado haya decidido descansar en paz justo ahora! Eso me gustaría a mí, ¡encontrar la paz de la ciudad! Esta tierra de nadie es muy aburrida. Las plantas y los bichos picotean mi cuerpo. Las gotas de sudor correteando por mi piel son cada vez más numerosas y en este averno no hay sombra en la que pueda refrescarme. Tan sólo diviso unas cuantas palmeras, pero están lejísimos. Yo estoy tan cansado... ¡Qué suerte tienen aquellos que vuelan entre las nubes como si fueran pájaros! Pero qué colores tan chillones... hacen más daño a la vista que mirar directamente al sol, ¿tendrán cobertura allí arriba? 

Creía que la mejor opción era entrar en esta vieja cabaña aunque tenía miedo de que se derrumbase conmigo dentro. Pensé que alguien viviría allí y podría ayudarme. Sin embargo, al aproximarme, un olor putrefacto inundó mis pulmones. Miré al cielo en busca de alguna señal y vi cómo Eolo cada vez se manifestaba con más fuerza, las nubes se movían y prohibían el paso al sol. Ahora siento frío y maldije aquel lugar porque mi próximo resfriado provocaría unas sustancias tan verdes como aquellos hierbajos y me sumiría en un estado de decadencia como el de aquella casucha consumida en su propia oscuridad. 

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